La nueva geografía económica del Perú
En una década, que coincide con una década de democracia, ha aparecido un país nuevo. Como todas las grandes transformaciones, incubado en más tiempo que una década, pero es en ella cuando se ha consolidado y hecho visible.
Hace muchos años, Luis Alberto Sánchez escribió un libro que llamó Perú, retrato de un país adolescente. ¿Es éste país nuevo, otra vez, un país "adolescente", o es uno más maduro? Algunas de sus características serían: Primero, ser un país básicamente urbano, cuya población se concentra en unas diez ciudades principales.
Segundo, un país de crecientes clases medias. Esto es algo que, a mediados de esta década, los estudios del Banco Santander habían señalado para toda América Latina: las clases medias comenzaban a ser más que las clases bajas.
Tercero, a diferencia del pasado, en que el crecimiento se "quedaba" en Lima y lo que se producía en provincias eran "enclaves", ahora el crecimiento se dispersa, se distribuye, y las provincias se tornan económicamente activas. El ejemplo más dinámico es el corredor norte Chimbote-Tumbes.
Kenichi Ohmae fue quien llamó la atención sobre la emergencia de "Estados-región", zonas que eran menos que un Estado-nación pero más que una simple comarca. El ejemplo más llamativo es Guangdong y el delta del río de la Perla, del que forman parte Hong Kong y Macao. Otro es el eje Monterrey-Texas. O el eje que abarca Helsinki en Finlandia (sede de Nokia) hasta Tallinn, en Estonia. O la conexión Vladivostok-Vancouver-Sapporo, que el Financial Times cree que podría ser un "centro neurálgico" del Pacífico.
¿Podría nuestro eje norte crear una sinergia industrial con Manaos? ¿O nuestro sur, con energía suficiente, un polo tetra-nacional que incluya el altiplano boliviano, más Acre y Rondonia en Brasil y, a largo plazo, el norte chileno? ¿Qué necesita, o qué necesitan en general los Estados-región para florecer? Dado que no pueden ser demasiado pequeñas, necesitan una masa crítica de población. Luego, que esa población tenga "pisos" suficientes de educación. Asimismo, caminos, puertos y aeropuertos, que sirvan de "rampas" de entrada y salida de la producción. Conectividad.
Si no tienen esas "infraestructuras", no pueden "despegar". No pueden competir en el mundo. Porque -esto es algo que los líderes locales no perciben siempre- nuestras ciudades no compiten con otras de nuestras ciudades, ni siquiera con las ciudades cercanas de países vecinos. Compiten con el mundo.
Porque el mundo también cambió completamente esta década. En 1990, de una población mundial un poco mayor a los 5 mil millones, menos de mil millones vivían bajo alguna forma de economía "abierta". El 2000, mientras la población había subido a unos 6 mil millones, vivían en economías abiertas por lo menos 4 mil millones, dos tercios del total.
El Perú tiene algunas cartas para esa competencia. Macroeconomía razonable; una economía bastante plana, con múltiples tratados de libre comercio; una inversión familiar en educación que se parece tal vez más al Asia que al resto de América Latina.
¿Pero cómo saltamos de una economía basada tan mayoritariamente en materias primas, a una basada en la industria, la tecnología, la innovación, el conocimiento? Es decir, ¿cómo pasamos de sectores de rendimientos "decrecientes" a sectores de rendimientos "crecientes", sostenibles, y virtualmente sin límites? Producir materias primas no es algo necesariamente nocivo: véase Noruega. Pero por una Noruega, ¿cuántas Nigerias hay, que nadan simultáneamente en petróleo y miseria? ¿O cuántas Zambias, llenas de cobre, y desolación? La nueva geografía económica del Perú podría producir en las provincias zonas extraordinariamente creativas, que agreguen valor agregado a sus recursos naturales. Por ejemplo, siderurgia donde, como en Andahuaylas, haya hierro (y gas cerca). O Petroquímica, donde haya o llegue gas, como en Ilo, Moquegua. O joyería, para no ir más lejos, donde haya oro, como en la sierra de La Libertad. Y muchas otras transformaciones que agreguen valor a la "renta natural".
Eso debería ir sumado a un "escalamiento" de la educación. Muchas ciudades (es el caso de varias del norte) tienen ya muchas universidades, pero necesitan mejorar la educación que dan, a la vez que asociar su oferta educativa a la estructura de producción de sus zonas de influencia. ¿Dónde están los centros de investigación para etanol, o biocombustibles en el norte? Parte del empuje hacia las nuevas direcciones las da, naturalmente, la mano invisible del mercado. Pero los casos exitosos en el mundo muestran que se requiere también una dosis alta de intervención pública, de ser posible en asociación con el sector privado. Requiere una visión, un plan, liderazgo; en otras palabras, requiere política.
Estamos ante una extraordinaria "ventana de oportunidad". En el lado externo, por un lado, con el "tirón" causado por el Asia, que puede prolongarse por lo menos otra década. En el lado interno, por otro, esa ventana está sostenida por una estructura demográfica "joven", situación que, cuando cambia, frena a los países.
En su historia, el Perú perdió, no una sino varias veces, las ventanas de oportunidad que se le presentaron. El guano tal vez sea el ejemplo más patético de ese despilfarro. Por tanto, no podemos asumir que esta vez será diferente. Pero tenemos muchas posibilidades que lo sea. Y que estemos en la víspera de un tránsito a otro nivel de desarrollo.
La geografía económica que aparece es una de las plataformas para consolidar ese futuro, y crear un país más descentralizado, más igual, con más oportunidades para todos.
Fuente: Diario Correo. Domingo 18 de Julio del 2010.
En una década, que coincide con una década de democracia, ha aparecido un país nuevo. Como todas las grandes transformaciones, incubado en más tiempo que una década, pero es en ella cuando se ha consolidado y hecho visible.
Hace muchos años, Luis Alberto Sánchez escribió un libro que llamó Perú, retrato de un país adolescente. ¿Es éste país nuevo, otra vez, un país "adolescente", o es uno más maduro? Algunas de sus características serían: Primero, ser un país básicamente urbano, cuya población se concentra en unas diez ciudades principales.
Segundo, un país de crecientes clases medias. Esto es algo que, a mediados de esta década, los estudios del Banco Santander habían señalado para toda América Latina: las clases medias comenzaban a ser más que las clases bajas.
Tercero, a diferencia del pasado, en que el crecimiento se "quedaba" en Lima y lo que se producía en provincias eran "enclaves", ahora el crecimiento se dispersa, se distribuye, y las provincias se tornan económicamente activas. El ejemplo más dinámico es el corredor norte Chimbote-Tumbes.
Kenichi Ohmae fue quien llamó la atención sobre la emergencia de "Estados-región", zonas que eran menos que un Estado-nación pero más que una simple comarca. El ejemplo más llamativo es Guangdong y el delta del río de la Perla, del que forman parte Hong Kong y Macao. Otro es el eje Monterrey-Texas. O el eje que abarca Helsinki en Finlandia (sede de Nokia) hasta Tallinn, en Estonia. O la conexión Vladivostok-Vancouver-Sapporo, que el Financial Times cree que podría ser un "centro neurálgico" del Pacífico.
¿Podría nuestro eje norte crear una sinergia industrial con Manaos? ¿O nuestro sur, con energía suficiente, un polo tetra-nacional que incluya el altiplano boliviano, más Acre y Rondonia en Brasil y, a largo plazo, el norte chileno? ¿Qué necesita, o qué necesitan en general los Estados-región para florecer? Dado que no pueden ser demasiado pequeñas, necesitan una masa crítica de población. Luego, que esa población tenga "pisos" suficientes de educación. Asimismo, caminos, puertos y aeropuertos, que sirvan de "rampas" de entrada y salida de la producción. Conectividad.
Si no tienen esas "infraestructuras", no pueden "despegar". No pueden competir en el mundo. Porque -esto es algo que los líderes locales no perciben siempre- nuestras ciudades no compiten con otras de nuestras ciudades, ni siquiera con las ciudades cercanas de países vecinos. Compiten con el mundo.
Porque el mundo también cambió completamente esta década. En 1990, de una población mundial un poco mayor a los 5 mil millones, menos de mil millones vivían bajo alguna forma de economía "abierta". El 2000, mientras la población había subido a unos 6 mil millones, vivían en economías abiertas por lo menos 4 mil millones, dos tercios del total.
El Perú tiene algunas cartas para esa competencia. Macroeconomía razonable; una economía bastante plana, con múltiples tratados de libre comercio; una inversión familiar en educación que se parece tal vez más al Asia que al resto de América Latina.
¿Pero cómo saltamos de una economía basada tan mayoritariamente en materias primas, a una basada en la industria, la tecnología, la innovación, el conocimiento? Es decir, ¿cómo pasamos de sectores de rendimientos "decrecientes" a sectores de rendimientos "crecientes", sostenibles, y virtualmente sin límites? Producir materias primas no es algo necesariamente nocivo: véase Noruega. Pero por una Noruega, ¿cuántas Nigerias hay, que nadan simultáneamente en petróleo y miseria? ¿O cuántas Zambias, llenas de cobre, y desolación? La nueva geografía económica del Perú podría producir en las provincias zonas extraordinariamente creativas, que agreguen valor agregado a sus recursos naturales. Por ejemplo, siderurgia donde, como en Andahuaylas, haya hierro (y gas cerca). O Petroquímica, donde haya o llegue gas, como en Ilo, Moquegua. O joyería, para no ir más lejos, donde haya oro, como en la sierra de La Libertad. Y muchas otras transformaciones que agreguen valor a la "renta natural".
Eso debería ir sumado a un "escalamiento" de la educación. Muchas ciudades (es el caso de varias del norte) tienen ya muchas universidades, pero necesitan mejorar la educación que dan, a la vez que asociar su oferta educativa a la estructura de producción de sus zonas de influencia. ¿Dónde están los centros de investigación para etanol, o biocombustibles en el norte? Parte del empuje hacia las nuevas direcciones las da, naturalmente, la mano invisible del mercado. Pero los casos exitosos en el mundo muestran que se requiere también una dosis alta de intervención pública, de ser posible en asociación con el sector privado. Requiere una visión, un plan, liderazgo; en otras palabras, requiere política.
Estamos ante una extraordinaria "ventana de oportunidad". En el lado externo, por un lado, con el "tirón" causado por el Asia, que puede prolongarse por lo menos otra década. En el lado interno, por otro, esa ventana está sostenida por una estructura demográfica "joven", situación que, cuando cambia, frena a los países.
En su historia, el Perú perdió, no una sino varias veces, las ventanas de oportunidad que se le presentaron. El guano tal vez sea el ejemplo más patético de ese despilfarro. Por tanto, no podemos asumir que esta vez será diferente. Pero tenemos muchas posibilidades que lo sea. Y que estemos en la víspera de un tránsito a otro nivel de desarrollo.
La geografía económica que aparece es una de las plataformas para consolidar ese futuro, y crear un país más descentralizado, más igual, con más oportunidades para todos.
Fuente: Diario Correo. Domingo 18 de Julio del 2010.
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